Ian se aferraba con todas sus fuerzas a la chimenea de ladrillos. La inestable y antigua estructura amenazaba con ceder y precipitarle al vacío. La situación era angustiosa y el pánico agarrotaba sus músculos, pero no podía hacer otra cosa más que quedarse lo más inmóvil y silencioso posible.
A través del ventanuco por el que había salido al tejado se escuchaba el ruido que aquellos hombres hacían al registrar la habitación.
¿Cómo había llegado a esto? Esta pregunta no parecía tener respuesta.
Él era una persona normal, cumplidora socialmente y sin sombras en su pasado.
¡Ni siquiera tenía una multa pendiente!
Hacía dos días que había llegado a la ciudad para supervisar una instalación en una de las Oficinas que su empresa tenía en el país. Cuando surgió el tumulto en el aeropuerto, no se percató de aquella mujer que se acercó a él y sigilosamente deslizó la cajita en el bolsillo izquierdo de su abrigo.
Ahora esos hombres harían cualquier cosa por recuperar esa caja.
Él no sabía lo que contenía, ni siquiera había tenido la valentía de abrirla cuando esa misma mañana la encontró. Era pequeña, metálica y con una especie de semiesfera de cristal opaco.
¿Que podría haber dentro que justificara tal violencia por recuperarla?
¿Quién era esa persona que le avisó unos minutos antes de que vinieran a buscarle y le convenció para que huyera?
Preguntas, preguntas sin respuesta.
Su corazón se heló cuando vio aparecer unas manos en el marco del ventanuco. Afortunadamente algo sucedió dentro y los hombres huyeron a toda prisa.
Bueno, esta historia promete pero no tengo más espacio ni tiempo, de modo que:
la estructura cedió, Ian cayó al patio interior y se dio un mamporro de tres pares. La caja se hizo añicos y un líquido verde, que no tengo ni idea de lo que era, se esparció por el suelo.
Fin.
PD. Al final me quedo sin saber qué era lo que tenía la dichosa cajita. ¡Cachisssss!