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jueves, 11 de octubre de 2012

Dios vive bajo un puente


Esta mañana hace un día precioso. Los incipientes rayos de sol iluminan las copas de los árboles y las escasas nubes no suponen ninguna amenaza. De modo que me preparo, cojo la bici y salgo dispuesto a disfrutar de una agradable ruta por el Anillo.
Llevo más de una hora pedaleando cuando, tras cruzar el Puente de San Fernando sobre el Manzanares, llego a la interminable valla que bordea el Real Club Puerta de Hierro. El sol se filtra a través de los huecos del muro, la exclusividad también. Cuando se termina este tramo y desembocamos en la calle Arroyofresno es inevitable detenerse un momento y contemplar las lujosas casas que se adivinan tras los cuidadísimos setos. Unas viviendas que no están al alcance de cualquiera.

Continúo subiendo la calle y al llegar al paso inferior bajo la M-30 me fijo en un curioso detalle. Aquí se encuentra la Iglesia de Santo Domingo de la Calzada. La nave central ocupa uno de los tres ojos del puente.

Desconozco la razón de tan extraña obra arquitectónica, pero es toda una lección de humildad en medio de un entorno privilegiado.