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lunes, 22 de noviembre de 2010

Parece que fue ayer

¡Qué digo ayer, parece que ha sido esta misma mañana!

Juan Carlos, en lo alto del columpio, gritaba: ¡Más fuerte papá!

Mientras, Alberto nos miraba desde su carrito con los ojos tremendamente abiertos.

Eso ha sido esta mañana, porque esta tarde cada uno está en su habitación preparando las lecciones de mañana. Uno en Bachiller, el otro casi.
¡Es increíble cómo pasa el tiempo!

La Ciencia, contenida en los libros que tienen delante, nos mostró a través de la Inteligencia de Einstein que era posible avanzar en el espacio-tiempo y situarnos diez, quince o cien años más adelante de nuestra época. Pero esas mismas ecuaciones llevan escondida una cruel realidad: es imposible viajar al pasado. Esa Ciencia que nos explica con su Método el origen del Universo y hasta la misma esencia de Dios es incapaz de hacer retroceder el reloj un solo segundo.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Torreón de San Miguel

La carretera, recta y larguísima. A la derecha nos acompaña una playa interminable en la que a intervalos aparecen testigos del pasado en forma de pequeñas fortalezas.

De pronto una de ellas llama mi atención. Pongo el intermitente y paro en la cuneta, posiblemente sea un buen tema. Las protestas de mi familia quedan fuera de mi atención, aunque tengo la impresión de que algo inesperado está a punto de suceder.

Tres, cuatro, finalmente hago cinco fotografías. Suficiente. ¡Una pena no tener tiempo para tomar un apunte a lápiz”.

Todo bien hasta que intento reanudar la marcha y compruebo horrorizado que el coche no se mueve del sitio. Lo que aparentaba ser un terreno estable se ha convertido en una trampa bajo la que han desaparecido las ruedas. El coche esta clavado en la arena y mis intentos por sacarlo no hacen otra cosa que hundirlo aún más.

Es justamente en este momento cuando se produce la metamorfosis. Charo y los niños se transforman en tres superhéroes de Marvel que organizan el rescate. Coordinan sus fuerzas, sincronizan  todas sus acciones,…

Ocho piedras, dos plásticos y veinte empujones sobrehumanos nos devuelven al viaje.
Juro solemnemente que no volveré a cometer un error así hasta la próxima vez que encuentre un motivo interesante.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

25-36-222

Dos, ocho,…
Dos, ocho, tres,.. ¡No!

Dos, cinco, dos,… ¡Tampoco! No consigo recordar el número, mi memoria es un desastre.

A ver, era un dos, un cinco, y… ¡Nada, imposible!

Lo siento, tenía una fabulosa historia que contar. Estaba relacionada con un número y con un día de playa pero  soy incapaz de acordarme del dichoso numerito.

La contaré en otra ocasión.

martes, 16 de noviembre de 2010

Pena capital

Cuando abrió los ojos aún tenía impresa en ellos la visión del arco de piedra. Esa imagen era lo último que recordaba, después…  oscuridad. Estaba muy débil y volvió a dormirse sin tomar conciencia del lugar en el que estaba ni del tiempo que llevaban interrogándole.
Un fuerte golpe en la cabeza le devolvió a la realidad. Fue entonces cuando se heló su sangre: Lo habían llevado a “La Cárcel”. Cualquiera que conociera este lugar sabía que su vida tendría un horrible final. El preso, tras confesar su crimen bajo tortura, era arrojado por un agujero en el suelo e iba a caer en una sala cinco metros más abajo. Una vez allí ya no había salida. Si tenía suerte se fracturaba algún hueso, lo que hacía que su esperanza de vida se acortara debido a la más que segura infección de la herida. De no ser así, su destino era aún más terrible: moriría lentamente, bien de hambre o consumido por la inmundicia. Su cuerpo no sería retirado, quedándose allí hasta pudrirse al igual que todos los que le rodeaban.

Justo cuando iba a ser arrojado a la mazmorra apareció el carcelero y ordenó su liberación. Se había encontrado al verdadero asesino y su detención no era mas que otro tremendo error ocasionado por los nervios de un testigo.
Desde el suelo, muy cerca del agujero, miró a los verdugos que le sujetaban. No había odio en sus ojos, tampoco había lágrimas, ni siquiera había terror. En sus ojos no había nada.

Visitar la antigua “Cárcel” medieval de Pedraza es toda una experiencia.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Is there anybody out there? "The Wall"

  
Pinky se retiró varios metros del muro. El frío era insoportable y la humedad de la pared había calado su ropa. Tenía las manos entumecidas y sus intentos de  encontrar un resquicio en la superficie habían sido en vano. Miró a su derecha y vio cómo la masa de piedra se prolongaba indefinidamente hasta desaparecer en el oscuro horizonte. A su izquierda se repetía la imagen, lo que hizo que sintiera un mortal escalofrío en lo más profundo de su ser. Alzó la vista únicamente para comprobar que los bloques, perfectamente encastrados, llegaban hasta las negras nubes del cielo.
En un último intento cerró los puños con rabia y se lanzó contra el impenetrable muro mientras gritaba angustiado:
¿Hay alguien ahí fuera?