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lunes, 24 de noviembre de 2014

MATRIX


En una escena de la película Matrix,  Cypher un miembro del equipo de la resistencia comparte mesa con el agente Smith en un  carísimo restaurante. Están negociando las condiciones para que delate al resto de sus compañeros. En el plato hay un jugoso solomillo y frente a él una copa del mejor reserva.                                                                            
En un determinado momento Cypher pincha un trozo de la roja carne y elevándolo frente a él  lo mira fijamente  y dice:


Sé que este solomillo no existe, pero sé que cuando me lo coma Matrix le dirá a mi cerebro que es jugoso y delicioso…

Suspira, se lleva el trozo a la boca y cierra los ojos mientras  un torrente de placer recorre sus entrañas. A continuación exclama: “La ignorancia es la felicidad”.

Abre los ojos y le dice al agente Smith:  
-Bien, entonces  tenemos un trato.  Quiero ser un hombre rico, importante, ya sabe… y no quiero recordar nada, no quiero saber que todo esto es una gran mentira, quiero ser feliz.

¿Ficción?
A todos nos gustan los colores.  Ese maravilloso verde, aquel rojo sangre, ese amarillo limón…
La física nos dice que no existen, pero nosotros los vemos, los sentimos y los disfrutamos.
Están frente a nuestros ojos, causan sensaciones varias en nosotros, nos emocionan, pero no son más que la simple interpretación de una pequeñísima  parte del espectro electromagnético hecha por unos  bastoncillos dentro de nuestra retina. Consiguen engañar a nuestro cerebro  haciéndonos ver lo que no es.

Ese maravilloso cerebro humano, tan complejo, tan sofisticado y… tan fácil de engañar.

martes, 22 de abril de 2014

La puerta


Al llegar al Puente del Molino Romero se detuvo para descansar un rato. El paraje estaba precioso.
Hierba, árboles  y flores pugnaban por ofrecer los contrastes más vivos de color. El agua rugía bajo el arco de piedra y formaba una pequeña y  ruidosa catarata.

Al mirar hacia atrás se topó de nuevo con aquella semiderruida construcción  de troncos.  Ya la había dibujado en otra ocasión, pero aun así sacó el bloc y el lápiz. Buscó un buen encuadre y comenzó.

Diez minutos después ya había terminado. ¡No ha quedado mal!

Guardó los bártulos y retomó el camino. Los pájaros estaban especialmente activos, sus trinos se mezclaban en un concierto caótico, pero agradable.

El camino se iba estrechando hasta que la maleza apenas le permitía pasar.
Por fin divisó su destino: al fondo, tras una pequeña subida, una puerta enrejada roja y unos pilares blancos.
Tras buscar una piedra suficientemente grande para sentarse en ella la colocó, sacó las acuarelas y la botella de agua, el bloc, los pinceles, el papel secante y la inspiración.


Fue un bonito  día.

martes, 15 de abril de 2014

¿Quién puede matar a un pollo?




Sobre todo en las ciudades nos declaramos incapaces de sacrificar un pollo o un conejo para comérnoslo, ¡que salvajada! ¡Con esos ojitos!
Sin embargo no ponemos reparo en hincarle el diente al jugoso solomillo que nos han puesto delante. Así  somos.

Lo cierto es que todos los días se sacrifican miles de animales para nuestro alimento, si bien preferimos que otros hagan el trabajo “sucio” y nos justificamos con aquello de “bueno si, pero les ponen unos electrodos en la cabeza y no  sufren nada,…”

El hombre es el mayor depredador de la Tierra, muy por delante de cualquier otro ser viviente. Nos lo comemos todo:  pollos, conejos, vacas, ballenas y cualquier bicho que se ponga a nuestro alcance, bueno al alcance de la mano en el supermercado porque al parecer todos estos alimentos crecen en los estantes. No hay remordimientos porque, en la mayoría de los casos, su aspecto nada tiene que ver con el animal original. La publicidad y las empresas especializadas se ocupan de suavizar y enmascarar la realidad para que el individuo solamente tenga que disfrutar consumiéndolo.

Esto permite que comas pollo aunque no te guste,  pescado aunque lo odies y disfrutarás con esos sobrantes del matadero en forma de maravilloso pastel. Además podrás saborear esos ... como sea que se llamen que están hechos de ... lo que sea que contengan, pero que tienen un delicado sabor a marisco.




miércoles, 9 de abril de 2014

Pide un deseo.


Después de mirar el techo durante un rato dijo:

-Ya lo tengo. Mi deseo es que la c…
-¡NO LO HAGAS! Si lo dices en voz alta no se cumplirá.

Me miró fijamente.
Poco a poco sus ojos se fueron llenando de lágrimas y, tras un eterno silencio, me dijo:

-¡Es que si no te lo digo no podrá cumplirse nunca!

Volvió a quedarse en silencio.
Su cara enrojeció y de pronto me espetó:

 - Si lo digo no se cumplirá y si no lo digo no se cumplirá tampoco, ¿de qué me sirve pedir el deseo? Es un juego estúpido.

 Mientras desaparecía tras un fortísimo portazo me esforcé en buscar una forma de consolarle, pero no lo conseguí.

martes, 11 de marzo de 2014

Envidia insana





Que esta es una sociedad polarizada es un hecho que no se le escapa a nadie.

Que nos dividimos entre aquellos que tienen razón y los que no la tienen es una realidad machaconamente vomitada por la cotidianeidad.
 Ineludiblemente cada uno de nosotros pertenece a uno de  esos dos grupos, unas veces por obligación, otras por devoción y la gran mayoría por pereza mental.

A mí me ha tocado estar en ese vago espacio que delimita las fronteras de los campos magnéticos, en tierra de nadie. Podría pensarse que es un lugar de equilibrio, pero no es así. En mi pensamiento ambas fuerzas ganan y pierden periódicamente arrastrándome hacia un lado y hacia otro.

Es por eso que envidio a aquellos que están cerca de los polos, porque, a su manera,  tienen todas las soluciones. Saben perfectamente lo que hay que hacer en cada momento, lo que está bien y lo que no lo está. Identifican quién tiene la razón y a quién hay que desposeer de ella.

Ven la realidad sin ambages, están seguros, analizan los hechos  a grosso modo, al fin y al cabo los detalles no importan. No empatizan, no se ponen en el lugar de otros... ¿para qué? ellos ya saben lo que deben saber porque poseen la verdad absoluta.

Lo más terrorífico es que lo hacen porque realmente creen en ello, son sinceros consigo mismo y con los que siguen su línea de pensamiento.

Les envidio, porque yo no estoy seguro de nada. Dudo de la mayoría de las cosas, hasta de mí mismo. Por eso no tengo criterio fijo, el mío varía con el devenir de los acontecimientos y es modificado cada vez que conozco nuevos datos.

La verdad es relativa y depende de muchos factores,... o eso creo, aunque bien pudiera ser de otra manera.

lunes, 3 de marzo de 2014

Originalidad estandarizada.


 

Hace unas semanas, paseando frente a Notre Dame de París, me encontré a este tipo montado en su extraño vehículo. Me pareció un artefacto muy curioso, con todos esos engranajes, equipos de medición, orbes  giratorios y un aspecto de lo más  extraño. Por un momento pensé que me encontraba frente al protagonista de The Time Machine de  H.G. Wells.

Este  sábado se rompió la magia cuando me encontré a un personaje similar en la Puerta del Sol, en Madrid.



martes, 25 de febrero de 2014

Dios escribe recto con renglones torcidos.






Después de recorrer casi todos los puentes del Sena sin conseguir el encuadre buscado, se dispuso a volver a la buhardilla, aunque en ella posiblemente haría más frío que en la misma calle.
Lo suyo no eran los espacios abiertos y la frustración se reflejaba en su rostro. Se dedicaría a los carteles y retratos. Estos llenarían  el vacío del paisaje, la absenta o el coñac el frío de su alma y el de la habitación.

Al  cruzar  el Pont du Carrousel su mirada se dirigió hacia Les Îles. En ese preciso momento un rayo de sol se abrió camino entre el hueco abierto en las espesas nubes. Por un momento una visión sublime cruzó ante sus ojos y el cuadro se materializó frente a él. Era una imagen luminosa, fresca, hermosa y vivaz.
Los trazos se sucedieron a ritmo vertiginoso en un frenético intento de capturar el momento.

De nuevo las nubes se cerraron como inmensos portalones negros engullendo la luz y sumiendo la imagen en una penumbra grisácea y mortecina.
Nunca más lo intentó.

 A partir de entonces no salió de los cabarets y de la penumbra de los bares más sórdidos de un París para el que no había nacido.
Cien años después admiramos su magistral destreza para captar el  movimiento.