En una escena de la película Matrix, Cypher un miembro del equipo de la resistencia comparte mesa con el agente Smith en un carísimo restaurante. Están negociando las condiciones para que delate al resto de sus compañeros. En el plato hay un jugoso solomillo y frente a él una copa del mejor reserva.
En un determinado momento Cypher pincha un trozo de la roja carne y elevándolo frente a él lo mira fijamente y dice:
Sé que este solomillo no existe, pero sé que cuando me lo coma
Matrix le dirá a mi cerebro que es jugoso y delicioso…
Suspira, se lleva el trozo a la boca y cierra los ojos mientras un torrente de placer recorre sus entrañas. A continuación exclama: “La ignorancia es la felicidad”.
Abre los ojos y le dice al agente Smith:
-Bien, entonces tenemos un trato. Quiero ser un hombre rico, importante, ya
sabe… y no quiero recordar nada, no quiero saber que todo esto es una gran mentira,
quiero ser feliz.
¿Ficción?
A todos nos gustan los colores. Ese maravilloso verde, aquel rojo sangre, ese
amarillo limón…
La física nos dice que no existen, pero nosotros los vemos,
los sentimos y los disfrutamos.
Están frente a nuestros ojos, causan sensaciones varias en
nosotros, nos emocionan, pero no son más que la simple interpretación de una
pequeñísima parte del espectro
electromagnético hecha por unos bastoncillos dentro de nuestra retina.
Consiguen engañar a nuestro cerebro
haciéndonos ver lo que no es.
Ese maravilloso cerebro humano, tan complejo, tan
sofisticado y… tan fácil de engañar.